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29

mar 2022

El pan y la sal

29 de Marzo de 2022.

Artículo de Empar Pablo, secretaria de Comunicación de CCOO publicado por El Siglo de Europa el 25 marzo de 2022.

“La derecha extrema y la extrema derecha ya han hecho sonar todas sus alertas mediáticas: el Ejecutivo ha perdido las calles ante el apoyo que ha concitado la huelga de transportistas, gritan desde sus atalayas. Resuenan, mezclados de manera torticera, gritos que reclaman patria, justicia y pan. ¡Ay, el pan…! Por ahí damos los dos pasos atrás, tras un tímido y titubeante paso adelante. Es la cuña que siempre dividió al mundo del trabajo”.


Seamos serias. Hay que blindar las condiciones de vida de la gente, las bases materiales que cohesionan la sociedad y engrasan la convivencia. Es prioritario en una legislatura orientada a la izquierda. Esto va de asegurar el apoyo social que posibilita el cambio real como objetivo irrenunciable. Lo contrario son juegos de palabras y sofismo. El dichoso relato. No nos engañemos: el oxígeno que alimenta esta acción política es el apoyo y el empuje de las clases populares, esa mitad de la sociedad sin cuya participación el Gobierno cierra sus propios grilletes en pies y manos frente al poder económico y mediático. Y, en ese camino, haría bien el Ejecutivo actual en escuchar al sindicalismo de clase, tantas veces dique de contención frente al fascismo.

El malestar es real, está más que justificado. No esperemos a que el suflé suba más criminalizando esas protestas. El problema principal es de prescripción

Desde el final de las semanas más duras de pandemia y confinamiento no dejamos de repetirnos a nosotras mismas que hay sectores y cientos de miles de personas trabajadoras que son esenciales. Y buena parte esta gente sufre salarios bajos y precariedad. Hoy nos acordamos de que los productos requieren de materias primas para su fabricación, que necesitan de almacenaje y transporte, que la energía es un factor imprescindible en este proceso. Hay unas pocas cosas importantes y muchas otras que son contingentes.

De las manifestaciones desarrolladas en los últimos días, cada una con sus ingredientes y naturaleza, las que protagonizaron sectores del campo o actores de los transportes tienen ingredientes que se ha caracterizado ya, de manera certera, como corporativismo al margen de los problemas reales. No es usual ver unidos y unidas, agarradas a la misma pancarta al patrón, al personal autónomo y al asalariado. Y ocurre, además, que se desata el pánico del desabastecimiento que se une a la sangría inflacionaria. Los lugares comunes y los clichés de siempre ya están servidos y publicados. Y sonrojan: rojerío, hambre y piojos. Sólo faltan los 1.000 años de paz. Ese corporativismo es la sombra que acompaña el paso de la derecha y los grandes propietarios.

Pero no nos engañemos: hemos pasado de los 170.000 millones del Next Generation a las cosas del comer. Y por ahí se abre un trágico agujero para las clases populares que pueden elegir el lado de la bandera cuando su apuesta siempre fue el pan y la sal. El malestar es real, está más que justificado. No esperemos a que el suflé suba más criminalizando esas protestas. El problema principal es de prescripción.

Es necesario que el Gobierno se mueva rápido y ponga cuanto antes encima de la mesa las propuestas para hacer frente a la subida de los precios del carburante y de la electricidad. Afecta a los hogares y a las empresas. Y el sector del transporte está absolutamente atomizado con muchísimos trabajadores y trabajadoras autónomas que reciben unas remuneraciones bajas. Otro sector muy precarizado.

Las medidas que decrete el Gobierno la próxima semana, además de apoyar a colectivos de trabajadores y trabajadoras, de personas autónomas o de sectores productivos, tienen que contemplar un apartado para la protección social y para ayudas a la gente que sufre en sus bolsillos este despropósito. Así se exigía en la última movilización a la que me refería. La protagonizada por los sindicatos: CCOO y UGT, las organizaciones de autónomos: UATAE y UPTA, asociaciones de consumidoras y consumidores: FACUA y de vecinales: CEAV. Que el corporativismo no nos nuble el juicio. Cuidado con las cosas del comer.

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